miércoles, 26 de mayo de 2010

Día 738. Mitología Escandinava.

Me despierto a las seis. No recuerdo lo que he soñado, pero en mi cabeza se han quedado suspendidos los nombres de tres periódicos británicos sin saber por qué: el Daily Mail, el Daily Mirror y el Daily Planet. No. El Planet es el periódico en el que trabaja Superman.
Me levanto y decido experimentar con mi vestuario; me pongo una camiseta roja debajo de una camisa negra, descartando metérmela por dentro del pantalón. Cuando me miro al espejo, observo que la camisa está bastante arrugada, pero me da igual. Me siento más cómodo vestido como un mamarracho que con traje y corbata. Desayuno y salgo de casa.
En la calle se está de puta madre, hace una temperatura perfecta. Cojo el tren por los pelos gracias a un espectacular sprint que deja atónitos al resto de usuarios de la estación con los que me cruzo. Una vez en el vagón ojeo el periódico. Me pongo música, seleccionando un álbum para que salte una canción de manera aleatoria, con la suerte de que justo suena el tema que me apetecía escuchar. Si creyera en la suerte, pensaría que hoy puede ser un día afortunado, que no voy a morirme de sueño y aburrimiento en el trabajo... y poco más, la verdad. No aspiro a mucho, lo cual podría ser bastante deprimente, pero lo cierto es que no me importa una mierda.
En Sol hago trasbordo y me dirijo con mis auriculares al andén de metro, donde me encuentro de frente con un pavo que me quiere hacer una encuesta, me recuerda a cuando estuve yo trabajando haciendo encuestas, menuda mierda. Estuve solo un día. Le digo que no y me monto en el metro.
Cuando llego al trabajo, mi compañero de enfrente me dice algo acerca de mi indumentaria. Le miro fijamente.
-Ya sabes tío, viernes casual y tal. -le digo.
-Aquí no tenemos de eso... y además es martes.
Me quedo sin saber qué responder ante tan incontestable afirmación, así que me encojo de hombros con cara de idiota y me dedico a lo mío.
Al rato mi compañero empieza a relatarme un escarceo sexual que ha protagonizado durante el fin de semana y yo empiezo a experimentar una sensación que mezcla admiración, envidia y odio irracional.
Para despejarme decido ir a dar un paseo hasta el baño, donde, tras echar un meo, me echo un vistazo en el par de espejos que hay en el baño, mucho mejores que el que tengo en mi casa; mi vestimenta me enrolla bastante, la verdad, pero me hace falta un afeitado y un corte de pelo, además me ha salido una espinilla encima del ojo derecho que confiere a mi aspecto un aire de gilipollas lamentable de lo más conseguido.
A las diez en punto me bajo al bar con otro compañero. Pido un café con leche y una tostada con mermelada de melocotón. En el local hay dos máquinas tragaperras. Una de ellas, de temática vikinga, está ocupada por un señor que juega con un estilo y un desparpajo que jamás creí posible contemplar en alguien que está jugando a las tragaperras; va y viene de la barra a la máquina y de la máquina a la barra con un cigarro en la mano y un carisma arrollador, como si no fuera con él la cosa, pavoneándose ante sus compadres que asienten como idiotas ante las gilipolleces que suelta acerca de vete tú a saber qué chorrada. Mientras, una voz desde el interior de la tragaperras va soltando frases grabadas.
Cuando nos traen nuestros pedidos, empezamos a poner a parir a un capullo de la oficina.
-Ese tío [¡POR ODÍN!] es un gilipollas.-Digo con vehemencia antes de atacar mi tostada.
Mi colega le da un sorbo a su colacao sin dejar de mirarme.
-Con la última que ha [¡AVANCE: UNO, DOS!] montado ha tocado fondo- dice mientras traga.-No voy a volver a dirigirle la palabra.
-Es un hijoputa de tomo y lomo, un auténtico cabronazo [¡MARTILLO DE TOOOOOOORRRRRR!].
-Ya te digo -vuelve a asentir mi compadre.- Además es un mentiroso de la hostia...
-Mentiroso compulsivo -le corrijo con el tenedor en alto.-El tío se cree sus propias mentiras, es una especie de sistema que utiliza para tratar de dar verosimilitud [¡POR ODÍN!] a las gilipolleces que suelta por ese buzón alitósico que tiene por hocico, el muy cabrón. Es algo común en la infancia. Pero que un tío con casi [¡PREMIO!] treinta tacos salga con esas... es realmente patético. Un ejemplo de que es un hijo de puta [¡MARTILLO DE TOOOOOOORRRRRR!] de lo más lamentable.
Se produce una pausa mientras mi colega asimila mi retahíla.
-Exacto.-Dice finalmente con rostro pensativo.

Regresamos a la oficina. […]

2 comentarios:

CobolFreak dijo...

Se echaba de menos estos relatos del día a día, me has alegrado la mañana.
1, 2, 3 avances!!!

Little Marta dijo...

como siempre me encanta tus relatos, la verdad que como dice cobolon ya se echaban de menos! Me río como si me lo estuvieras contando en persona! Un despliegue de calidad!