martes, 13 de diciembre de 2011
Rojo
Observo las luces nocturnas de las calles mientras voy escuchando Máxima FM a toda hostia, en el coche de esta tía que tiene una hija y treinta tacos y está buena, joder, más buena cuanto más bebo, cuanto más avanza la noche. Estamos en esta discoteca de Chueca, prácticamente solos y un pavo y una pava le han pedido a Rubén que haga un trío con ellos, y él está voladísimo y les dice que si lo quieren hacer conmigo y ellos dicen que no, que lo quieren hacer con él, pero él se pira y se pierde entre la gente y yo voy a la barra y me pido un Barceló con Sprite y vuelvo a hablar con Carlos y Jaime sobre no sé qué y le digo a Carlos que Vanesa está buena y Carlos me dice que es madre y yo sonrío y bebo y me siento en el suelo y veo las luces rojas que giran en la oscuridad de la discoteca y no veo a nadie, solo veo luz roja y cierro los ojos y solo hay rojo, un rojo que palpita en mis sienes y me mareo y abro los ojos y siento el peso de mi cuerpo, atraído hacia el suelo de manera irremediable y oigo nombres y oigo el tiempo y salgo a la calle, cojo un taxi y me voy a casa, con una sensación de vacío inabarcable, un vacío sucio y abismal, que se ciñe a mi cuello y me ahoga...
jueves, 17 de noviembre de 2011
Involución
El hecho extraño del que quería hablar hoy es que estoy experimentando una especie de regresión temporal por la cual me encuentro con que la mayor parte de mi actividad mental se centra en temas mucho más superfluos que los me preocupaban hace unos pocos años. Esta especie de involución puede deberse a un profundo desencanto por los temas que durante la infancia y la adolescencia nos han transmitido como los temas fundamentales (no los citaré porque, como ya he dicho antes, son temas que para mí, actualmente han dejado de tener interés, y además cada uno tendrá sus propias temas fundamentales, claro), y ahora llego a la conclusión de que esos ideas no eran tan importantes o simplemente prefiero pensar eso a enfrentarme al fracaso y al desencanto por la vida.
El espacio que dejan esos temas lo ocupan otras tontunas, porque en realidad todo son tontunas por las que no merece la pena preocuparse demasiadokfjkjkfjkjkjfkjkjkfj no llego a entender por tanto al que haciendo gala de una profunda incomprensión acerca de todo lo que excede de su propia percepción del mundo, se atreve si rubor alguno a cuestionar las tontunas que nos preocupan al resto de personas desencantadas con los TEMAS FUNDAMENTALES DE LA EXISTENCIA HUMANA MUAHAHAHAHAHAAAAA...
El espacio que dejan esos temas lo ocupan otras tontunas, porque en realidad todo son tontunas por las que no merece la pena preocuparse demasiadokfjkjkfjkjkjfkjkjkfj no llego a entender por tanto al que haciendo gala de una profunda incomprensión acerca de todo lo que excede de su propia percepción del mundo, se atreve si rubor alguno a cuestionar las tontunas que nos preocupan al resto de personas desencantadas con los TEMAS FUNDAMENTALES DE LA EXISTENCIA HUMANA MUAHAHAHAHAHAAAAA...
jueves, 26 de mayo de 2011
No quiero tiempo
No escribo porque prefiero hacer cosas en vez de escribirlas.
Pido disculpas.
El tiempo se escapa sin tiempo para pensar. Es como si uno tuviera que elejir constantemente a qué dedicar el tiempo, y mientras tanto él sigue avanzando, inexorable... imparable.
Tiempo. Tiempo. Hasta los huevos del tiempo.
No quiero tiempo. Quiero momentos.
Pido disculpas.
El tiempo se escapa sin tiempo para pensar. Es como si uno tuviera que elejir constantemente a qué dedicar el tiempo, y mientras tanto él sigue avanzando, inexorable... imparable.
Tiempo. Tiempo. Hasta los huevos del tiempo.
No quiero tiempo. Quiero momentos.
martes, 12 de abril de 2011
Romance de la Noche sin su Luna
Qué me importan sus mentiras,
sus arranques de bravura,
si es el mundo un avispero,
una trampa gris y oscura.
Sabe el odio que es mi vida,
una sombra que supura,
una flor que se marchita,
una noche sin su luna.
Hoy contemplo tu mirada,
hoy reparo en tu hermosura,
si contengo en tí mi aliento,
no me invade la negrura.
Vuelo libre del tormento,
del dolor y la amargura.
Son tus ojos mi alimento...
esta noche, sé mi luna.
sus arranques de bravura,
si es el mundo un avispero,
una trampa gris y oscura.
Sabe el odio que es mi vida,
una sombra que supura,
una flor que se marchita,
una noche sin su luna.
Hoy contemplo tu mirada,
hoy reparo en tu hermosura,
si contengo en tí mi aliento,
no me invade la negrura.
Vuelo libre del tormento,
del dolor y la amargura.
Son tus ojos mi alimento...
esta noche, sé mi luna.
martes, 25 de enero de 2011
Breve Historia Chorra sobre Alcohol y Frustración Sexual con Final Anodino
Aquí me encuentro, tirado en esta butaca de bar escuchando la chapa infernal de este tío que no para de hablar sobre que si hay que vivir la vida a tope, que si patatín, que si patatán, que si el otro día iba con la moto y estuve a punto de morir aplastado bajo las ruedas de un camión y eso me hizo ver la vida con otros ojos, que si fue la hostia, que si he dejado a mi piva y ahora follo con mazo de tías... decido pedir otro copazo a ver si la mierda que me está soltando el menda este se me hace más llevadera. Lo cierto es que me tiene hasta los huevos, así que decido que ya está bien y le mando a tomar por culo. Me bebo de un trago mi copa recién servida y me largo del bareto, me doy cuenta de que voy bastante borracho porque caigo en que me he olvidado de pagar las copas y me la pela, que se encargue de ello el follador tocahuevos. Debe ser la una de la noche o así, y la calle está petada de peña que está de fiesta, rebotando de garito infame en garito infame. Me meto en uno en el que suena música ochentera y me apalanco en la barra. Consigo un copazo y me pongo a observar a la gente... a las pibas. Caigo en la cuenta de que no me masturbo desde hace por lo menos una semana y estoy más salido que el pico de un quesito. Una piva morena con minifalda y medias negras llama poderosamente mi atención. Su pelo parece gozar de una suavidad sobrenatural, imagino su tacto, su olor. La estoy mirando fijamente mientras consumo mi copa en sorbos pequeños. Empiezo a imaginarme al payaso vividor entrando por la puerta. Le veo en mi mente acercándose a la morena, acariciándole el rostro mientras le susurra algo al oído, ella sonríe y le responde... vuelvo a la realidad, al frío de la barra, a mi copa en la mano, caigo en que estoy bastante mareado, todo empieza a girar y tengo náuseas. Pienso, pienso. Pienso en un lugar en el que me gustaría estar ahora, lejos de todo. En una isla paradisíaca o algo así, tumbado en una hamaca junto a un lago con cascada, a la sombra de frondosos árboles tropicales. La morena de la minifalda está allí, nadando desnuda en el lago de aguas cristalinas, el aire es limpio y tan solo se escucha el sonido del agua y el canto de algún ave en la lejanía, mientras me quedo dormido. Me doy cuenta de que estoy a punto de caer desmayado en el suelo de este garito. Dejo mi copa y salgo a la calle. Busco un taxi que me lleve a casa. Mañana será otro día.
miércoles, 19 de enero de 2011
¿Qué pasó ayer...?
Cogí mi mochila y salí de casa.
Anduve por las calles luminosas con el frescor matinal acariciando mis sienes doloridas. La primavera en efervescencia empapaba a las gentes que sonreían felices mientras iban a comprar el pan o acudían al bar de la esquina en busca de de un café y conversación.
Al llegar a la plaza vi a mi amigo Venancio que me esperaba sonriente, sentado sobre el respaldo de un banco como si de un adolescente litroneador se tratara.
Intercambiamos saludos y comentarios sin importancia antes de meternos en su Focus con dirección a su casa de la sierra.
Llegamos a media mañana tras pasarnos por el supermercado del pueblo y proveernos de cervezas, botellas de ron y demás. La casa era enorme. Era obviamente propiedad de los padres forraos de Venancio. Él, al igual que yo, se dedicaba a chupar del frasco sin dar palo al agua. Aquella coincidencia motivó que enseguida empezáramos a llevarnos bien cuando nos conocimos en aquel cursillo de carpintería metálica del INEM. A las dos semanas dejamos de asistir y nos dedicábamos a pasar los días en mi casa jugando al Pro, fumando y bebiendo.
Aquel día los padres de Venancio estaban de viaje en las Islas Fiji y teníamos su casa disponible. El salón estaba lleno de objetos extraños, como de arte moderno y tal. Me llamó la atención una especie de escultura de unos 30 centímetros de alto, hecha con tiras de metal retorcidas en un amasijo pesado e informe.
Nos pusimos a beber a mansalva. Cuando estaba anocheciendo estábamos tan borrachos que yo me quité la ropa y me lancé en pelotas a la piscina que tenían en el patio de atrás. Apenas comenzaba la primavera y aún no era tiempo de baños nocturnos así que cuando salí de la piscina casi me da una lipotimia.
Venancio se estaba partiendo la polla mientras se burlaba ostensiblemente del tamaño de mi pene, reducido al máximo debido al frío. Parecía fuera de sí, tenía la cara descompuesta, con los ojos saliéndose de sus órbitas y emitiendo aquel terrible sonido, aquella carcajada grotesca. Provocó que perdiera por completo los estribos, me metí en la casa todavía en pelotas y agarré la escultura amorfa de metal, que pesaba lo suyo, llegué al borde de la piscina donde Venancio seguía descojonándose, a punto de darle un ataque. Me abalancé hacia él y le aticé con el cacharro en la cabeza con todas mis fuerzas. El cuerpo de Venancio cayó en la piscina cuyas aguas comenzaron a teñirse de rojo con la sangre que emanaba a borbotones de su cabeza.
Estaba muerto, ya no había marcha atrás. Me vestí como pude entre el miedo, el frío y la borrachera, cogí el Focus y me largué del pueblo, llegué a mi casa y me acosté, exhausto.
.
.
.
Es de día, abro los ojos. Estoy en mi cama, vestido. El dolor de la resaca es insoportable. ¿Qué pasó ayer...?
Anduve por las calles luminosas con el frescor matinal acariciando mis sienes doloridas. La primavera en efervescencia empapaba a las gentes que sonreían felices mientras iban a comprar el pan o acudían al bar de la esquina en busca de de un café y conversación.
Al llegar a la plaza vi a mi amigo Venancio que me esperaba sonriente, sentado sobre el respaldo de un banco como si de un adolescente litroneador se tratara.
Intercambiamos saludos y comentarios sin importancia antes de meternos en su Focus con dirección a su casa de la sierra.
Llegamos a media mañana tras pasarnos por el supermercado del pueblo y proveernos de cervezas, botellas de ron y demás. La casa era enorme. Era obviamente propiedad de los padres forraos de Venancio. Él, al igual que yo, se dedicaba a chupar del frasco sin dar palo al agua. Aquella coincidencia motivó que enseguida empezáramos a llevarnos bien cuando nos conocimos en aquel cursillo de carpintería metálica del INEM. A las dos semanas dejamos de asistir y nos dedicábamos a pasar los días en mi casa jugando al Pro, fumando y bebiendo.
Aquel día los padres de Venancio estaban de viaje en las Islas Fiji y teníamos su casa disponible. El salón estaba lleno de objetos extraños, como de arte moderno y tal. Me llamó la atención una especie de escultura de unos 30 centímetros de alto, hecha con tiras de metal retorcidas en un amasijo pesado e informe.
Nos pusimos a beber a mansalva. Cuando estaba anocheciendo estábamos tan borrachos que yo me quité la ropa y me lancé en pelotas a la piscina que tenían en el patio de atrás. Apenas comenzaba la primavera y aún no era tiempo de baños nocturnos así que cuando salí de la piscina casi me da una lipotimia.
Venancio se estaba partiendo la polla mientras se burlaba ostensiblemente del tamaño de mi pene, reducido al máximo debido al frío. Parecía fuera de sí, tenía la cara descompuesta, con los ojos saliéndose de sus órbitas y emitiendo aquel terrible sonido, aquella carcajada grotesca. Provocó que perdiera por completo los estribos, me metí en la casa todavía en pelotas y agarré la escultura amorfa de metal, que pesaba lo suyo, llegué al borde de la piscina donde Venancio seguía descojonándose, a punto de darle un ataque. Me abalancé hacia él y le aticé con el cacharro en la cabeza con todas mis fuerzas. El cuerpo de Venancio cayó en la piscina cuyas aguas comenzaron a teñirse de rojo con la sangre que emanaba a borbotones de su cabeza.
Estaba muerto, ya no había marcha atrás. Me vestí como pude entre el miedo, el frío y la borrachera, cogí el Focus y me largué del pueblo, llegué a mi casa y me acosté, exhausto.
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Es de día, abro los ojos. Estoy en mi cama, vestido. El dolor de la resaca es insoportable. ¿Qué pasó ayer...?
martes, 4 de enero de 2011
Shopping
3 de enero. 18:15. Salgo del curro, cojo el metro en Ventura Rodríguez, me bajo en Callao, miro la publicidad que está adherida a las paredes del andén. Sale la foto de un niño disfrazado de oveja.
Cuando salgo a la superficie arrastrado por la incesante marea de compradores me quedo contemplando por un instante el anochecer disfrazado con los ornamentos urbanos y las luces de colores incontables: postreros motivos navideños. Camino por la plaza abarrotada sintiendo cómo la soledad se agarra a mi espalda, me impide andar.
Realizar las compras navideñas a última hora y con la única compañía de los cientos de desconocidos compradores rezagados se ha convertido en una tradición más de estas fechas.
Me abro paso lentamente entre la animada muchedumbre hasta llegar a la entrada de la Fnac, donde dos señoras se esmeran en adherir pequeñas pegatinas de nosequé a la gente que va entrando y saliendo del comercio. Consigo esquivarlas y me dirijo a las escaleras, delante de mí hay una chica bastante atractiva, con minifalda y leggins negros y el pelo castaño, su visión me aleja por un instante de mis pensamientos oscuros, aunque poco después comienzo a sentir un odio irracional hacia todo el que me rodea, todos me estorban, todos son estúpidos, todos muestran su ignorancia sin ningún atisbo de rubor.
Planta 1. Videojuegos: Esta planta está habitada por la clase más baja de alimaña consumista. Niñatos fricazos que no tienen ni puta idea de nada y mucho menos de videojuegos pululan de acá para allá haciendo comentarios estúpidos sin ton ni son...
Planta 2. Películas: En esta sección nos encontramos con un nutrido grupo de pedantes aspirantes a convertirse en gafapastas de pleno derecho, sueltan sus peroratas de pseudocinéfilos esperando quedar como tíos y tías super"cool"tos ante sus coleguitas. Para ellos poseer conocimientos sobre cualquier tema consiste en soltar una frase que consideren que suena de puta madre aunque carezca completamente de contenido, porque el contenido es lo de menos. No hablan sobre películas sino que lo hacen sobre ellos mismos. Puta basura egocéntrica.
Planta 3. Cómics: El simple hecho de pasar por la sección de cómics hace que se me erice la piel. Consigo escapar tan solo un instante antes de desplomarme en la moqueta ahogado por mi propio vómito.
Planta 4. Libros: Gente normal.
Tras recorrer el edificio de arriba a abajo no logro encontrar nada de lo que buscaba, así que vuelvo a la calle, bajo hacia Sol por Preciados fichando pibas hasta que me meto por la entrada del Cercanías.
Cuando llega el tren de Aranjuez me meto en el vagón y consigo un asiento. Segundos después llega una piba que se sienta a mi lado, su novio se queda enfrente de pie. Saco mi libro y me pongo al tema, pero hoy por algún motivo estoy más salido que el pico de un quesito, y me distraigo constantemente mirando a la piba de al lado a través del reflejo de la ventana de enfrente, mi imaginación calenturienta o mi atractivo irresistible hacen que vea a la piva devolviéndome las miradas, mientras el novio permanece ahí parado y sin enterarse de nada.
Me despido de mi ligue imaginario al bajarme en la estación de El Casar y cojo el metro hasta El Carrascal, donde me dispongo a ir a la Fnac de Parquesur. Camino bajo la luz eléctrica hasta llegar al centro comercial. Empiezo a tener esa sensación angustiosa de "madre mía, tanto rollo y aún no tengo los regalos de las narices, que asco de existencia absurda de mierda..." [...].
Cuando salgo a la superficie arrastrado por la incesante marea de compradores me quedo contemplando por un instante el anochecer disfrazado con los ornamentos urbanos y las luces de colores incontables: postreros motivos navideños. Camino por la plaza abarrotada sintiendo cómo la soledad se agarra a mi espalda, me impide andar.
Realizar las compras navideñas a última hora y con la única compañía de los cientos de desconocidos compradores rezagados se ha convertido en una tradición más de estas fechas.
Me abro paso lentamente entre la animada muchedumbre hasta llegar a la entrada de la Fnac, donde dos señoras se esmeran en adherir pequeñas pegatinas de nosequé a la gente que va entrando y saliendo del comercio. Consigo esquivarlas y me dirijo a las escaleras, delante de mí hay una chica bastante atractiva, con minifalda y leggins negros y el pelo castaño, su visión me aleja por un instante de mis pensamientos oscuros, aunque poco después comienzo a sentir un odio irracional hacia todo el que me rodea, todos me estorban, todos son estúpidos, todos muestran su ignorancia sin ningún atisbo de rubor.
Planta 1. Videojuegos: Esta planta está habitada por la clase más baja de alimaña consumista. Niñatos fricazos que no tienen ni puta idea de nada y mucho menos de videojuegos pululan de acá para allá haciendo comentarios estúpidos sin ton ni son...
Planta 2. Películas: En esta sección nos encontramos con un nutrido grupo de pedantes aspirantes a convertirse en gafapastas de pleno derecho, sueltan sus peroratas de pseudocinéfilos esperando quedar como tíos y tías super"cool"tos ante sus coleguitas. Para ellos poseer conocimientos sobre cualquier tema consiste en soltar una frase que consideren que suena de puta madre aunque carezca completamente de contenido, porque el contenido es lo de menos. No hablan sobre películas sino que lo hacen sobre ellos mismos. Puta basura egocéntrica.
Planta 3. Cómics: El simple hecho de pasar por la sección de cómics hace que se me erice la piel. Consigo escapar tan solo un instante antes de desplomarme en la moqueta ahogado por mi propio vómito.
Planta 4. Libros: Gente normal.
Tras recorrer el edificio de arriba a abajo no logro encontrar nada de lo que buscaba, así que vuelvo a la calle, bajo hacia Sol por Preciados fichando pibas hasta que me meto por la entrada del Cercanías.
Cuando llega el tren de Aranjuez me meto en el vagón y consigo un asiento. Segundos después llega una piba que se sienta a mi lado, su novio se queda enfrente de pie. Saco mi libro y me pongo al tema, pero hoy por algún motivo estoy más salido que el pico de un quesito, y me distraigo constantemente mirando a la piba de al lado a través del reflejo de la ventana de enfrente, mi imaginación calenturienta o mi atractivo irresistible hacen que vea a la piva devolviéndome las miradas, mientras el novio permanece ahí parado y sin enterarse de nada.
Me despido de mi ligue imaginario al bajarme en la estación de El Casar y cojo el metro hasta El Carrascal, donde me dispongo a ir a la Fnac de Parquesur. Camino bajo la luz eléctrica hasta llegar al centro comercial. Empiezo a tener esa sensación angustiosa de "madre mía, tanto rollo y aún no tengo los regalos de las narices, que asco de existencia absurda de mierda..." [...].
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